Buscando una idea para el cumple de mi chico pensé en hacerle una tarta. Pero no una tarta cualquiera. Iba a ser la primera tarta hecha por mí, y no se me ocurrió otra cosa que hacerla con fondant. El motivo de la tarta era fácil: una mesa de mezclas.
Así que me lie la manta a la cabeza (me gustan los retos XD) y empecé a informarme sobre tooooodo el mundo del fondant. ¡Menudo descubrimiento! Tipos de fondant, utensilios, técnicas… hay mil blogs sobre el tema, así que tenía dónde aprender.
La mesa de mezclas no podía ser otra que la que tiene él; quería que fuera (casi) una réplica, así que lo medio engañé para poder hacer una foto a la mesa real y así saber qué modelo era: una Pioneer DDJ-Ergo V.
Algo
muy importante también era dónde comprar el fondant. En Zaragoza no hay mucha
cosa, pero di con la tienda perfecta: Con un poco de azúcar.
Cuando buscaba información sobre el
fondant ya había visto su blog y lo guardé en favoritos para echarle un vistazo
más adelante, pero cuando vi que tenían tienda online fue de gran ayuda porque
así me orienté sobre los precios, ya que no tenía ni idea. Pero aunque me gusta
la comodidad de comprar por internet, preferí acercarme a la tienda física que
tienen en la calle La Paz de Zaragoza.
Fue todo un acierto. La chica de la
tienda me aconsejó en todo momento de lo que me iba a resultar mejor a la hora
de trabajar con el fondant, me dijo algunos truquillos y la verdad es que salí
de allí con muchas ganas de empezar.
Dicho
y hecho, me puse manos a la obra. Trabajar con el fondant es como un juego de
niños: es plastilina! Y encima se puede comer! :D
Comencé haciendo los botoncitos y las
almohadillas de los auriculares. Después los platos y la base donde iba a ir
pegado todo eso. Lo curioso del fondant es que la manera más fácil de pegarlo
es con… agua! Aunque también venden pegamentos comestibles, pero yo conseguí
pegarlo bastante bien con agua, teniendo cuidado de no poner mucha, solo
humedecer.
Y
ya solo quedaba lo que para mí era más difícil: pintar. La mesa tiene un montón
de letritas pequeñas que tenía que pintar con un pincel muy fino y con
mucha paciencia. La pintura que usé era en polvo, comestible por supuesto,
mezclada con un poco de ron blanco para que fuera más pastosa y así poder
pintar mejor. El inconveniente era que había que ser rápida porque el alcohol
se iba evaporando poco a poco. Creo que la próxima vez usaré un rotulador de
tinta comestible XD
El
interior de la tarta sí que fue un dilema. No puedes hacerla de cualquier cosa
porque la tarta va a tener que estar fuera de la nevera (uno o dos días en mi
caso), y el fondant no puede coger nada de humedad, si no se deshace! Esto es de tener en cuenta sobre todo en
verano: si metemos la tarta con el fondant en la nevera y después la sacamos,
el contraste de temperatura hará que el fondant “sude”, igual que pasa cuando
sacamos una cerveza fría de la nevera. Así que para no arriesgar, nada de
refrigerar!
La
mejor opción fue hacer 3 planchas de bizcocho, relleno de ganaché de chocolate con leche y mermelada de fresa. El bizcocho era el de yogur de toda
la vida, recomendado por mi madre, que le salen genial. Y la cobertura la hice
con ganaché de chocolate negro.
Después la cubrí con fondant blanco, y
coloqué encima la base de color negro donde iban pegados todos los botoncitos y
teclas de la mesa de mezclas.
Después
de varios días de trabajo, ¡ya estaba terminada! Mi chico alucinó y yo
contentísima con el resultado :)
¡Hasta
pronto!
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